Cada 17 de abril, la Argentina celebra su cepa insignia, el Malbec. De origen francés pero con alma criolla, esta variedad encontró en el país un nuevo hogar donde expresar lo mejor de sí. Con presencia en casi todo el territorio vitivinícola nacional y una notable evolución en producción, consumo interno y exportaciones, el Malbec es el motor de crecimiento para la industria.
Los datos del Observatorio Vitivinícola Argentino muestran con claridad el protagonismo del Malbec en la estructura productiva nacional. En diez años, la superficie cultivada con esta cepa pasó de 39.480 a 47.064 hectáreas, un crecimiento del 19,2%. Mendoza concentra el 84,7% del total, pero ya se cultiva en 18 provincias.
En 2024, el Malbec volvió a posicionarse como el varietal más exportado por Argentina. Representa el 62% del valor total de vino fraccionado exportado y el 59% del volumen. Son 2.648 etiquetas activas las que llegaron a 134 mercados del mundo.
El Malbec sigue siendo la cara visible del vino argentino en los mercados internacionales. Representa más del 60% del valor total exportado en vinos fraccionados y mantiene un liderazgo indiscutido tanto en volumen como en imagen.
Germán Di Césare, director técnico de Bodega Trivento, lo explica por su enorme plasticidad. Dice que se adapta con facilidad a distintas regiones, seduce por su perfil aromático y mantiene su prestigio en los mercados más exigentes. "La mejor expresión del Malbec se encuentra en Argentina", afirma sin rodeos.
El enólogo destaca también la evolución del consumo: "Hoy vemos un abanico que va desde vinos de bajo alcohol hasta rosados y blancos elaborados con esta cepa, lo que permite cubrir una demanda cada vez más diversa y exigente". Desde Trivento apuestan a esa versatilidad con propuestas innovadoras como el White Malbec, una versión fresca y liviana que busca atraer a nuevos consumidores. Además, remarca que países como Estados Unidos, Chile y Sudáfrica comenzaron a apostar por esta variedad, aunque insiste en que Argentina sigue marcando el ritmo.